Hace una semana aproximadamente, encontré en el garage de mi casa una mariposa negra, una de esas que "dan miedo" y aunque no creo en supersticiones debo reconocer que una mariposa como esas no pasa desapercibida. Me detuve a observarla por unos segundos y seguí en mis ocupaciones. Al salir nuevamente la mariposa ya no estaba, se había ido. Estuvo en mi casa lo que dura un ratito.
Se que muchas personas creen que estas mariposas llegan para anunciar mala suerte y procuran ahuyentarlas e incluso matarlas, situación que me parece completamente innecesaria, ¿Quién en su sano juicio puede culpar y castigar a una mariposa de su infortunio? Lejos de cometer semejante acto vandálico me parece que debiéramos protegerlas y agradecer el importante trabajo polinizador que realizan en su corta vida, sí porque las mariposas adultas viven en su mayoría unos pocos días y otras más afortunadas un tiempo máximo de once meses, ¿Qué es eso? -¡Un ratito!-
Mucho se compara el proceso de metamorfosis de la mariposa con nuestras diferentes etapas en la vida y la evolución que sufrimos en cada una, muchas veces esas etapas nos parecen una eternidad, creemos que nunca vamos a terminar de atravesarla y luego cuando por fin lo logramos nos damos cuenta que no duró tanto, que fue solo un rato. El punto aquí es reconocer que nada dura para siempre, que bueno o malo será un rato nada más y que aunque a veces los malos ratos duran más de lo que quisiéramos los buenos ratos, los ratitos más cortos son los que vienen cargados de grandes dosis de felicidad.
Desde que la mariposa pone sus huevos o larvas hasta su maduración pasan unas tres semanas, ¡Un ratito! Por lo general, en nosotros los humanos desde la concepción hasta el nacimiento pasan unos nueve meses y el trabajo de parto dura un promedio de seis a dieciocho horas, pero el momento preciso, el instante en el que atravesamos el canal de parto dura unos pocos minutos. Varios meses de gestación, horas de dolor y sufrimiento, esfuerzo físico y mental de nuestras madres quedan resumidos en un instante, ¡En un ratito! y a partir de ahí todo cambia...empezamos a vivir; a comer, a dormir, a reír, a llorar y todo dura, ¡Un ratito!
De niños percibimos el tiempo de una forma tan diferente a lo que realmente es o creemos que es cuando somos adultos; cuando éramos niños un ratito era suficiente para crear toda una aventura de juegos o una travesura, sin embargo, de adultos creemos que un ratito es demasiado tiempo para esperar, un ratito en una fila del banco nos parece una eternidad.
De niños una caída y un raspón nos dolían mucho pero llorábamos solo un ratito, un ratito y nada más, irónicamente, de adultos un mal ratito en el camino nos duele muchas veces el resto de la vida.
Años de estudio en el colegio o la universidad culminan con un acto de graduación que dura, ¡Un ratito! Pasamos la mayor parte de nuestra vida esperando y planeando acontecimientos importantes que festejamos con celebraciones que duran, ¡Un ratito! Y es ese ratito, ese "pequeño" momentito el que construye las bases que nos sostienen cuando parece que todo se derrumba.
Tristemente, en nuestro paso por la vida nos perdemos de cosas sencillas y momentos valiosos que muchas veces no nos toman más que un ratito llevar a cabo. ¿Cuánto tiempo nos toma hacer una llamada y saludar a alguien a quien deseamos escuchar? ¿Cuánto tiempo nos toma enviar un mensaje por Whatsapp para felicitar a alguien por su cumpleaños? ¿Cuánto tiempo nos toma orar por alguien? -¡Un ratito! Pero el efecto de esas pequeñas acciones impactan para toda la vida.
Recuerdo que hace unos meses, fui a visitar a mi cuñada a su lugar de trabajo, la saludé, platicamos, bromeamos, reímos y nos despedimos, no se cuanto tiempo exactamente estuve con ella, solo se que fue un ratito, un ratito muy agradable aunque fue el ultimo ratito que pude convivir con ella. Pocos días después, con a penas cuarenta y siete años, ella partió al cielo y antes de ese ratito, solo tengo recuerdos de otros pequeños ratitos, momentos cortos, pláticas fugaces, abrazos ligeros y despedidas apresuradas. El día que le dimos el ultimo adiós, fue un momento corto, la ceremonia duró un ratito sin embargo es algo que va a doler, lo que nos queda de vida.
Al regresar a mi casa, incrédula aun, tratando de entender por qué estábamos atravesando por ese momento tan inesperado comprendí que la vida es así, para algunos larga, para otros corta pero que en general está llena de momentos, de pequeños ratitos, unos más felices que otros, ratitos que solo con recordar nos vuelven a hacer reír y otros llorar, entendí que cada ratito cuenta, por sencillo que parezca. Aprendí a disfrutar más de los buenos ratitos y a no dejar que los malos ratitos duren más de lo necesario. Ahora soy más consciente a la hora de aprovechar un ratito, de disfrutarlo o de dedicarle un ratito a alguien, a jugar con mis hijos, a visitar a la familia, a charlar con los amigos, porque nunca se sabe, todo puede cambiar de un ratito a otro.
Dediquemos un ratito para nosotros mismos, bailemos, durmamos, riamos, lloremos, descansemos, juguemos, salgamos a correr o a caminar, escribamos, hagámonos felices ¡Aunque sea un ratito!
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