Creo que el lunes pasado, leí un articulo que decía que es importantísimo alimentar a los bebés por lo menos de siete a nueve meses y que el cociente mental de un niño que es alimentado hasta los nueve meses es mas alto que el de uno que no mama ni siquiera un mes.
Mi Lucia ya casi cumple sus cuatro mesecitos y todo este tiempo ha sido de gran alimento no solo para ella sino para mí también.
La primera vez que le di de mamar fue en el sanatorio, cuando me la llevaron después de hablarle fue lo que hice, me acuerdo que estaba tan emocionada que el tiempo que mamó sentí que fue muy corto. Ahí empezó mi trabajo de "vaca lechera" como me dice mi Cielito, la verdad es que después de eso empezó un tiempo bastante doloroso, sufrí mucho por el desgaste de mis pezones, mi mamá, mis tías, mi prima, mi suegra...todas me decían que era solo unos 15 días y que ya después se me iba a pasar, pero no fue así, llegué casi a los dos meses y todavía tenia casi que sangrando los pezones, la verdad es que en más de una ocasión llegue al punto de llorar, pero nunca, nunca, pensé en dejar de hacerlo.
El punto es que tanto sufrimiento para mi cuerpo valió la pena, Mi Lucia agradeció tanto mi esfuerzo que al mes y medio o dos meses empezó a rechazar la pacha, ya no quiso mas, muchas veces intentamos obligarla a que se la tomara pensando en que en algún momento tendría que volver al trabajo y que lo único que iba a poder tomar durante mi ausencia era la pacha, pero ella no la acepto, así de pequeña como estaba empezó a hacer berrinche a tirar la pacha o a escupir la leche.
En su llanto había tanta desaparición que yo casi lloraba a la par de ella y como yo estaba en la casa y tenia todo el tiempo y la disposición de darle de mamar ya no quise obligarla a tomarse la pachita, pero se llegó el día en que tuve que dejarla para ir a trabajar.
Estaba un poco tranquila porque en tantos intentos nos dimos cuenta que recibía la pacha si se la daba otra persona y no yo, por ejemplo llegaba su abuelo y a él se la recibía o su papá en las noches también le daba la pachita y se la tomaba y como quien la iba a cuidar era la muchacha de su abuelo pues pensé que si se iba a tomar la pachita.
Al principio no hubo más problema que el estar sentida conmigo, cuando llegaba a medio día a almorzar le daba de mamar y cuando empezaba, sollozaba como diciéndome que estaba sentida, pero la dejaba y con trabajo en la tarde se volvía a tomar la pacha.
El jueves de la semana pasada me llamaron como a eso de las cuatro de la tarde porque no quería la pacha, tuve que ir a darle un rato y luego regresar a trabajar, desde ese día ya no ha vuelto a recibir la pacha, la mira y llora.
En esos momentos que son angustiantes para mi porque ella se aguanta el hambre hasta que yo llegue, me doy cuenta de la gran importancia de darle de mamar, no porque no lo sepa si no porque eso va mas allá de comer, es un alimento no solo físico si no emocional.
El tenerla tan cerca, el ser su alimento, el darle no solo nutrientes físicos si no emocionales y psicológicos, el darle a través de mi leche todo mi amor ha sido un experiencia realmente maravillosa, he podido contemplarla de una forma tan especial, he podido verla caer en un profundo sueño, he podido verla sonreír con gran felicidad después de saciar su hambre, he podido ver su necesidad de mi.
Aunque este trabajo trae ciertas incomodidades como qué ropa ponerse, abrigarse por las tardes aunque haya calor, cuidar lo que yo como, no enojarme, no llevar impresiones fuertes o llevarla a cualquier lugar o no poder ir porque no podría alimentarla es algo realmente bello.
No cabe duda que la obra de Dios es perfecta y realmente bondadosa, no solo porque "me bendijo al permitirme ser la protagonista en el milagro de la vida, si no porque además me regaló el privilegio de ser el alimento de esa vida".
Amo a mi hija y si fuera necesario amamantarla durante años estoy segura que con todo gusto lo haría.
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