Esa caja me la compro mi mamá cuando yo tenía unos 16 años, al principio su uso era dedicado a conservar crayones y marcadores que me servían para estudiar.
Con el paso del tiempo mis útiles escolares fueron desapareciendo y su contenido se transformó radicalmente, tanto que el día que me mudé al lado de mi esposo fue de las primeras cosas que empaqué y que guardaba con mucho celo.
Un día, por causas totalmente ajenas a mi voluntad, mi preciada caja dejó de estar en mis manos, pero afortunadamente volvió a manos de mi mamá quien por supuesto conoce mi amor por la pequeña caja y el valor que tiene para mí su contenido. Así que también la conservó cuidadosamente.
Al verla de nuevo mis ojos se iluminaron, fue inevitable sonreír, me sentí extasiada. Inmediatamente me dispuse a hacer un recuento de lo que sabía y estaba casi segura que contenía mi caja, mi pequeño tesoro.
En el inventario de dicha caja se cuentan: dos álbumes de fotografías todas de mis años colegiales al lado de mis cuatro entrañables amigas, varias fotografías de mi niñez, algunas fotografías de mis papás cuando aun estaban solteros, tres certificados de los cursos libres de computación que tomé en el año de mi graduación, dos rollos de 36 fotos sin revelar, ¡Sí aun los conservo! una cámara fotográfica marca Kodak con Flash, y un sobre blanco, este ultimo, debo confesar, no lo recordaba.
Cada cosa en el interior de mi pequeña caja trajo a mi mente recuerdos de diferentes etapas de mi vida, disfruté tanto verlos de nuevo.
Sin embargo, lo que más me conmovió en ese momento fue el sobre blanco, lo dejé para el final, tiene una pequeña dedicatoria así que inmediatamente supe que manos habían plasmado tan bellas palabras desde el inicio. Al abrirlo pude apreciar una bella tarjeta de San Valentín y no, no era de ningún caballero. Habían unas pequeñas letras en su contraportada, todas con palabras sinceras, afectuosas, alentadoras, tiernas, fraternales y al final, un sabio consejo.
Dicha tarjeta data del año 2007, firma mi entrañable "amigui" "mi curruñi" así la llamó cariñosamente. Como en cascada vinieron a mi mente memorables recuerdos de aquellos años tan especiales, de lo valiosa que ha sido esa amistad que a pesar de los años y la distancia se mantiene.
Seguramente para cualquier otra persona, mi pequeña caja es solo una caja con fotografías, pero para mí es el recuerdo de lo feliz que he sido, de lo dichosa que soy por tener tan gratas memorias, de mis vivencias, de los logros alcanzados y las dificultades que he superado.